lunes, 10 de septiembre de 2007

El perfil de un dictador


Lo busqué por largo tiempo y hoy, por fin, lo encontré: el perfil de Augusto Pinochet que el periodista norteamericano Jon Lee Anderson publicó en The New Yorker. El texto se titula The Dictator y apareció el 12 de octubre de 1998, cuatro días antes de que el juez Baltasar Garzón dictara auto de prisión contra el nefasto general, quien por esos días se encontraba en Londres.

Lamentablemente, el perfil está en inglés y es demasiado largo como para colgarlo en el blog, pero si deseas leerlo deja tu correo electrónico en los comentarios y te lo envío.

A modo de desagravio, a continuación posteo un extracto del libro “Un día con Jon Lee Anderson”, del periodista español Fernando García Mongay, que relata la experiencia de Anderson entrevistando al dictador.

Y en algunas semanas más prometo contarles detalles sobre el espectacular régimen de trabajo de Anderson, impensado para el periodismo latinoamericano: está contratado por el New Yorker y sólo escribe, en promedio, cuatro artículos en un año. O menos. Elaborar un perfil sobre García Márquez, por ejemplo, le tomó siete meses.

Ojalá en Chile hubiese una revista que diera todo ese tiempo para investigar y escribir sobre un tema, y además pagara lo suficiente para subsistir durante el proceso.

Repito: impensado.

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En 1998, Jon Lee Anderson publicó en The New Yorker un perfil sobre Pinochet. El dictador chileno viajó a Londres para pasar una revisión médica. Al parecer, si no entraba en el quirófano, Pinochet corría el peligro de convertirse en un discapacitado permanente.

Anderson se entrevistó por última vez con el militar en los salones de un elegante hotel londinense. Quería averiguar si su “corazonada era buena”. Pensaba que Pinochet estaba negociando para que cesaran las investigaciones de abusos sobre derechos humanos durante su régimen.

“Le pregunté insistentemente sobre esto y al principio intentó eludir el asunto. Pero insistí. Finalmente explotó y, con voz irascible que fue elevando mientras hablaba, me confirmó que lo que el quería era un final para todas esas investigaciones sobre derechos humanos. Gritó: ¡A terminar con los casos!,” decía Anderson en un artículo donde explicaba sus encuentros con el dictador (...)

(…) En 1998, Anderson todavía no era un escritor de plantilla del New Yorker. Escribía una media de 5 perfiles al año, alrededor de 50.000 palabras que le bastaban para vivir holgadamente. Al escribir el retrato del general Pinochet se percató de que no hay que dar nada por sentado. Cuando empezó, localizó el número de teléfono de la hija de Pinochet en la guía telefónica. ¿Quién podía pensar que fuera tan fácil hablar con ella? Consiguió cenar en casa de un hijo del dictador y acompañar a la hija por las calles de Santiago de Chile en un utilitario que alquiló.

Cuando conoció al dictador se sintió decepcionado. Parecía que era más mayor y como si hubiera empequeñecido. “Pero tan solo fue una impresión inicial”, porque al preguntarle por “las críticas de los métodos que usó para gobernar”, Pinochet cambió de actitud: “soltó una risita áspera y, entonces, su expresión se tornó seria, y habló con calma mientras elegía sus palabras”.

Cuando salió de la entrevista, Anderson sacó la conclusión de que acababa de hablar con un “hombre muy astuto que intentaba usar toda la influencia política que le quedaba para protegerse de cualquier castigo por lo cometido en el pasado. Sentí que la reconciliación nacional, una frase que el ex general usa frecuentemente, era, de hecho, una palabra para designar algún tipo de acuerdo o inmunidad política que él esperaba alcanzar”.

Anderson, que siempre está interesado por cómo ejercen el poder los poderosos, encontró en Pinochet a un hombre que “piensa en la muerte en todo momento”, pero que ejerció su poder “más allá de la moral”. El grito de Pinochet, solicitando que se terminaran todas las reclamaciones, fue “la parte violín que necesitaba la pieza”.

A los asistentes a un taller, Anderson les contó que Pinochet era coleccionista de objetos relacionados con Napoleón y con los césares romanos. Incluso llegó a decir que reconocía que “en persona, Pinochet me cayó bien”, pero a la hora de reflejar al dictador de Chile no fue tan benévolo.

viernes, 31 de agosto de 2007

Los muros del casino


El Mercurio publicó hoy una versión reducida de la nota que posteo a continuación. Lamentablemente, sólo apareció en la edición de Regiones. En Emol también está la nota completa y con fotos; adjunto el link aquí.

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Construcción de casino devela valioso
hallazgo arqueológico en Valdivia

Dos muros cuyas bases datarían de la reconstrucción de la ciudad, en el siglo XVII, fueron encontrados durante las excavaciones de la obra.

RODRIGO OBREQUE

VALDIVIA El casino de juegos que funcionará desde el próximo año en esta ciudad está recién en su etapa inicial de construcción, pero ya entregó su primer y valioso premio: un hallazgo arqueológico de la época de la colonización española.

En abril, cuando se realizaban las faenas de excavación, quedaron al descubierto dos muros de ladrillo macizo, que por sus características habrían formado parte de la misma edificación y datarían del siglo XVIII.

El tesoro principal, eso sí, estaba a mayor profundidad. Al continuar excavando para dejar expuestas las estructuras, los arqueólogos que se hicieron cargo de la investigación se percataron de que estos muros fueron erigidos sobre una estructura más antigua, compuesta por hiladas de piedra laja y mortero de arena y conchilla molida.

Susana Muñoz Le Breton, encargada de conservación y restauración de la Dirección Museológica de la Universidad Austral de Chile (UACh), explica que esta estructura corresponde a un sistema usado en la reconstrucción de la ciudad, llevada a cabo por los españoles a partir de la segunda mitad del siglo XVII.

La hipótesis que manejan los investigadores es que sobre la primera estructura, más antigua, se erigieron los muros que fueron descubiertos primero y que son más actuales.

“El procedimiento de construcción más temprano, y que verifica lo señalado en las crónicas históricas desde el período de la ocupación holandesa en el siglo XVII, señala la reutilización de las estructuras y de los materiales de construcción”, precisa Susana Muñoz.

Para establecer con certeza la data de construcción de la estructura más antigua, se están realizando actualmente análisis de fechado del ladrillo, con un sistema de análisis de termo luminiscencia.

Muros en discotheque

Los muros estaban cubiertos con una capa superficial de 10 centímetros de profundidad. La pieza más grande mide 3,70 metros de altura por 2,20 metros de ancho, con un peso aproximado de 20 toneladas. La segunda, en tanto, tiene 1,70 metro de alto por 1,20 de ancho.

Fueron encontrados durante una inspección visual realizada por los arqueólogos Rodrigo Mera y Doina Munita, debido a un mandato del Consejo de Monumentos Nacionales, que solicitó esta actividad para verificar la existencia de restos arqueológicos en este sector, que constituye una de las plataformas de asentamiento más antiguas de Valdivia, según los antecedentes históricos documentales.

Una vez hecho el descubrimiento, se hicieron pozos de sondeo en las áreas periféricas al sector de excavación, labor que fue asumida por una consultora, y que estuvo a cargo de los arqueólogos Simón Urbina e Iván Arregui. Posteriormente, una comisión de la Dirección Museológica de la UACh constató que las estructuras eran más antiguas de lo que se había apreciado en primera instancia, por lo que dieron cuenta al Consejo de Monumentos Nacionales de su existencia e importancia.

Los muros estaban en el lugar donde se construirá la discotheque del Hotel y Casino Valdivia, proyecto de la empresa Inmobiliaria Del Pacífico que contempla la construcción de un casino de juegos y la reconstrucción del hotel Pedro de Valdivia con spa, gimnasio, piscina temperada y un centro de convenciones, con una inversión superior a los 49 millones de dólares.

Debido al hallazgo, las obras de construcción fueron paralizadas en ese sector, a la espera de que se decida el destino de los muros. Según se indicó desde la empresa, los arquitectos están evaluando en conjunto con los arqueólogos cuál es la mejor alternativa para conservarlos, porque por su valor histórico son un aporte para el turismo de la ciudad.

Una de las alternativas es conservarlos en el mismo lugar del hallazgo, lo que en opinión de la conservadora y restauradora Susana Muñoz sería un hito, pues si fuese así se trataría de “la primera iniciativa con buen resultado en el país de conservación in situ”.

El lugar donde se construye el casino está ubicado frente al río Valdivia y a un costado del puente Pedro de Valdivia, en pleno centro de la ciudad.

Según documentos del siglo XVII, en ese sector estuvieron emplazados la iglesia y el convento Santo Domingo, construidos en 1573 durante la época del poblamiento de la ciudad, y que fueron destruidos en 1599 por los mapuches, como parte de lo que se documenta como la Destrucción de las Siete Ciudades, todas ellas ubicadas al sur del río Bío Bío.

Por ello, los investigadores no descartan que las estructuras más antiguas de los muros pudieran corresponder a los restos de estos inmuebles.

jueves, 23 de agosto de 2007

¿Quién mató a Tito?


Una información de EFE y otras agencias reproducida esta mañana por varios medios de comunicación nacionales (les posteo el de La Tercera) nos cuenta que un periodista chileno fue asesinado anoche en Paraguay por dos tipos vestidos como militares. La nota indica que Alberto "Tito" Palma Godoy había sufrido previamente amenazas de dirigentes políticos que controlarían el ingreso ilegal de combustible y drogas desde Argentina.

Recurro a Google para ver si encuentro antecedentes que aporten más luces sobre este homicidio, que me impacta. Y encuentro una hebra: en la página de la Federación Internacional de Periodistas, un reporte (que adjunto aquí) informa sobre las amenazas a la libertad de expresión que sufren los medios de comunicación paraguayos en el año 2003, y dedica un párrafo a Tito.

"El episodio más reciente es la expulsión del país del periodista chileno Tito Alberto Palma por haber estado propalando críticas a las autoridades locales de una pequeña ciudad del interior a través de su radio comunitaria", dice el reporte. ¿Será que las autoridades locales se "encargaron" de Tito?

Este breve párrafo nos dice además bastante sobre el espíritu ejemplar de Palma. Si ya en 2003 era una piedra en el zapato para las autoridades de la localidad de Mayor Otaño, donde ejercía la profesión, su asesinato cuatro años más tarde nos indica que, pese a la persecusión que se inició en su contra, el colega eligió seguir el único camino posible para un periodista íntegro: la verdad.

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Periodista chileno muere asesinado a tiros en Paraguay

Fuente: Agencias

El periodista chileno Alberto Palma fue asesinado a tiros en el pueblo de Repatriación, a unos 450 kilómetros al sur de la capital paraguaya, según informó la policía.

El comisario Daniel Fleitas, de la unidad policial del pueblo Mayor Otaño, en las cercanías de Repatriación, señaló a la prensa que el cuerpo sin vida de Palma fue encontrado con seis impactos de bala pero en las paredes de su humilde vivienda encontraron otros ocho impactos.

Vilma Martínez, pareja del periodista de radio que también fue herida en la pierna, fue ingresada a un hospital de la zona.

"La pareja de Palma relató que aproximadamente a las 22.00 hora local llegaron hasta su casa dos individuos en una motocicleta e inmediatamente comenzaron a disparar. Ella dijo que no pudo ver el rostro de ninguno", expresó el jefe policial.

En declaraciones telefónicas realizadas el pasado lunes a la radio Chaco Boreal de Asunción, Palma denunció haber sido amenazado por dirigentes políticos locales que presuntamente controlan el ingreso ilegal a Paraguay de gasóleo procedente de Argentina.

El periodista explicó que había abandonado Mayor Otaño por temor, debido a "que la mano con los políticos dedicados al robo de combustible se puso muy pesada", según publica hoy la edición digital del diario Última Hora.

Algunos colegas de la víctima de Encarnación consultados por emisoras de radio de Asunción dijeron que "se quejaba de algunos sectores poderosos de Mayor Otaño".

Fleitas indicó que en el bolsillo de Palma, de 48 años, fue encontrado un documento que prueba que inició los trámites burocráticos en la Dirección de Migraciones para su permanencia legal en el país, teniendo en cuenta que un par de años atrás abandonó el Paraguay, retornando a su país por varios meses, tras vencer el plazo de ingreso como turista.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Premio para Faride


La periodista y crítica literaria Faride Zerán recibió hoy el Premio Nacional de Periodismo 2007. Y bien merecido se lo tiene, por su aporte a la libertad de expresión y por su constante lucha para conseguir el ejercicio de un periodismo democrático y pluralista.

En la nota de Emol que posteo a continuación se enumeran sus méritos. Un saludo a ella (aunque dudo que lea este blog) y a su hijo (y colega) Sergio Trabucco, quien ha venido en varias oportunidades a Valdivia a cubrir el Festival de Cine.

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Faride Zerán elegida Premio Nacional de Periodismo

Fuente: El Mercurio Online

Tras una reunión de más de dos horas, el jurado encabezado por la ministra de Educación, Yasna Provoste, decidió galardonar a Faride Zerán con el Premio Nacional de Periodismo 2007.

La periodista, ex miembro del directorio de TVN, era una de las candidatas al premio junto a Germán Gamonal y María Olivia Monckeberg. Junto con felicitar a la galardonada, la Ministra Provoste dijo que el jurado basó su decisión “especialmente por su inclaudicable defensa de la libertad de expresión”.

“Nuestra Premio Nacional de Periodismo 2007 es una profesional intachable, periodista de vocación y convicción, consistente y coherente en pensamiento y acción, plural, creativa y atenta al devenir de la comunidad nacional e internacional”, sostuvo la secretaria de Estado.

El jurado fue presidido por la titular de Educación, Yasna Provoste Campillay, y lo integraron además Víctor Pérez Vera, Rector de la Universidad de Chile; Juan Pablo Cárdenas, último galardonado; Juan Rock Tarud, Rector Universidad de Talca; Servet Martínez Aguilera, Presidente del Instituto de Chile.

Faride Zerán, egresada de la Universidad de Chile y actualmente directora del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de esa casa de estudios, se ha desempeñado como subdirectora y co-fundadora de la revista Pluma y Pincel; fue editora de cultura de la revista Análisis y entre 1990-1998 estuvo a cargo de las entrevistas de cultura que aparecían cada domingo en el ex diario La Época.

Fundadora y directora de la Revista Rocinante, además participó hasta el 2002 como crítica literaria en el programa "El Show de los Libros" de TVN, conducido por el escritor Antonio Skármeta.

A lo anterior se suman varios libros que ha escrito como "O el asilo contra la opresión" (1991); "La guerrilla literaria: Huidobro, De Rokha, Neruda" (1992); "Al pie de la letra. Entrevistas de fin de siglo" (1995); "Desacatos al desencanto. Ideas para cambiar de milenio" (1997); "Tiempos que muerden. Biografía inconclusa de Fernando Castillo Velasco" (1998).

Junto a la distinción, Zerán recibirá 14 millones de pesos por única vez a partir de enero de 2008, además de una pensión vitalicia equivalente a 20 unidades tributarias mensuales (cerca de 600 mil pesos al mes).

lunes, 20 de agosto de 2007

Cómo escribir maldito

El presente artículo pertenece a un periodista y escritor peruano, Beto Ortiz, un tipo irreverente, aficionado al escándalo y a buscarse problemas, exiliado por el gobierno del ex presidente Alejandro Toledo por el supuesto delito de “ocultar información”, retornado desde Miami libre de polvo y paja, odiado por cientos (principalmente conservadores que no le perdonan el que sea homosexual y lo acusan de pederasta) y reverenciado por otros tantos, pero por sobre todo un gran cronista. Es autor del libro “Grandes Sobras. Crónicas” y de la novela “Maldita Ternura”. Es columnista del diario Perú21 y colaborador de la exquisita revista peruana Etiqueta Negra. También conduce su propio programa de televisión, nada de recomendable, a juzgar por los videos que circulan en You Tube. Sí recomiendo leerlo. Y leerlo con atención, porque Beto Ortiz sabe cómo escribir. Cómo escribir maldito.
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No tengo idea de qué cosas haya que hacer para ser un escritor de prestigio, o para que te traduzcan al holandés, o para ganar premios literarios, o para parir sin descanso sucesivas camadas de best-sellers internacionales, o para que te apadrine Vargas Llosa (aunque he estado más que tentado de pedirle el secretito a doña Gise).

De lo que sí poseo algunas pistas es de cómo hay que hacer para escribir bonito. Cualquier hijo de vecino puede. Aquí, los diez mandamientos. Más papaya, ni aprender inyectables.

1. Vive triste. Es menester derramar ríos de lágrimas mientras se escribe.

Se requiere haberse abierto alguna vena con gillette y albergar, bajo la ropa, una que otra cicatriz de la pobreza. Cualquier pobreza: la de valores, la de criterio, la de espíritu, cualquiera. Pobreza obliga. Los escritores somos hijos naturales del maltrato.

Caminamos sobre cocodrilos. Sacamos a pasear delante de todos el perro negro de la desesperación. Buscando la palabra justa escarbamos en la tierra con las manos hasta que nos sangran.

Y ni con esas. Nos lanzamos de cabeza por el despeñadero, nos descacanamos contra las piedras hasta quedar hechos jirones y todo con tal de conseguir rastrear nuestros invisibles signos interiores de riqueza.

2. Sufre como negro, como cholo o como chino. A las pruebas me remito: cuando estoy jodido y derrotado y sombrío y, sobre todo, misionero, necesitando a gritos el chequecillo que habrán de darme a cambio de este kilo y medio de palabritas chocolateadas, escribo de lo lindo, olvídense, a más y mejor.

Cuando estoy contento y ganador y radiante y, sobre todo, billetón y el mundo se me acolcha como un edredón de plumas y la vida se me convierte en una elegante revista de decoración de interiores, no escribo nada o, peor: escribo como escribiría un decorador de interiores.

Ahora, claro, si me dan a escoger entre vivir mal escribiendo bien y vivir bien escribiendo mal, no hay nada que pensar: elijo lo segundo pero, veamos: ¿el lujo o el horror? Mucho me temo que nadie te va a poner jamás en semejante encrucijada.

Además, pareciera que para ser buen escritor hay que ser, al mismo tiempo, jovial y dicharachero, en suma: un cague de la risa. Nunca voy a olvidar que el día en que, ahíto de emoción libresca, quise conocer al literato Echenique, me tuve que pasar horas escuchándolo cantar sevillanas recontrahuasquita y con aquel insufrible acento españolado. Y llamar "¡Mechó!" a su analfabetísimo editor que ni siquiera se llama Melchor. Quiero creer que aquel ser, en el fondo, también sufría.

3. Lee. O para decirlo con el énfasis indispensable: Lee, mierda. Lee o muérete. Para llegar a cocinar rico hay que comer. Para escribir rico hay que leer. Aunque leer enfermizamente a John Cheever o Paul Bowles mientras escribes te convertirá en su peor imitador antes de que logres llegarles siquiera al hongo de la uña.

Lee mucho, pero no demasiado. Cuidado. Todo lo que uno lee, tarde o temprano, fermenta y, eventualmente, se pudre y apesta. Se convierte en el prodigioso guano que abonará tu espíritu hasta hacer florecer, de mil colores, la energía creativa. La que uses quizás engendre la maravilla. O quizás no. La que no uses se acumulará peligrosamente y, llegado el momento, costará vidas. Comenzando por la tuya.

4. Colecciona palabras como si fueran figuritas Navarrete. (Y las repetidas, cámbialas por otras nuevas). Las historias sobran, lo que falta son palabras. De García Márquez aprendí una sola: estragado. Otra de Hernández: feérica. Cochambroso y pelandruja son dos que le debo a Pedro Juan Gutiérrez. A Guido Monteverde: marlonbrandeado.

Y a Quino, una perturbadora exclamación que casi suena a desafío: ¡Mecacho! Pero tampoco te me pulas demasiado, no quieras laurearte porque te encebollas. Escribe fácil que es más difícil que escribir difícil. Esos autores eruditos y afectados que dan la impresión de escribir con pluma de ganso y blusón de bobos, me repelen.

Si has de usar una exquisitez que nadie entienda, barnízala de llonja, vacúnala de vulgaridad. Ejemplo: «Espero, anhelante, la llegada del estío» es una frase ridículamente pretenciosa. En cambio: «Espero, anhelante, la llegada del puto estío» es mucho mejor. ¿Vieron qué fácil? Repito por si no se me entendió: colecciona historias que las palabras sobran.

Apúntalo todo maniáticamente. En tu libretita nomás. En tu block Loro. O en tu organizador electrónico de vidas o blackberry. Empapela todo de post-its a lo Michael Moore. Anota eslóganes de publicidad de zapatillas, frases sueltas que escuchas en el bus o en la tele o en el cine, noticias estúpidas, citas citables. Recorta todo, guarda todo, sé cachivachero: una vez a la entrada del tren en Nueva Jersey me dieron una tarjetita con la foto de una hembraza en topless y una leyenda que decía: Artículos para el Hogar. Importación directa de Ecuador, Colombia y Perú. Llámenos. ¡Qué exquisitez, qué sutileza de lenguaje! El que escribió eso tiene que ser un genio.

5. Escribe lo que te incomode, lo que te aterre, lo que te dé mucha vergüenza, lo que te vuelva más vulnerable, lo que te mande preso. Tarde o temprano la lengua encuentra la muela que más duele. Síguele la pista, pues.

Ve a donde tu dolor de muela te lleve. Sácate las historias de encima, una por una, como quien se arranca garrapatas. Escribir es comenzar a existir: hacerse visible, ponerse de pie en un salón donde todos los demás cabros quieren pasar piola y se van a quedar siempre sentados. Escribir es ponerse a tiro y esperar lo peor, en consecuencia: bolsas de pichi, plastilitros, pollos, cáscaras.

Qué chucha. Agarra y sé lo más imperfecto que puedas. La gente perfecta, linda y feliz no puede escribir porque fuera de sus jacarandosas veleidades de jet-setter nunca tendrá nada mínimamente intenso que contar.

Tus caídas me interesan más que tus momentos kodak, chocherita. La gente perfecta, linda y feliz debería escribir libros de autoayuda para que otras personas puedan también ser perfectas, lindas y felices, pero no lo hacen porque no quieren competencia.

6. Escribe de 8 a 12 religiosamente. Y haz un break a las 10:25 para tomarte un tecito con biscotelas. Pero ¿qué disfuerzos son esos? Ni que la escritura fuera una cita con tu manicurista y pudiera convertirse en un ítem más de tu recargada agenda. Huevonadas. Escribe siempre a tiempo incompleto. No se escribe cuando uno buenamente quiere o puede, se escribe cuando no queda más remedio.

No se escribe como se va a sacar plata al cajero y luego a Wong o como quien riega los helechos. Tampoco como quien vierte un sobre de chicha instantánea en una jarra de agua y listo, ya está. Se escribe como quien destila aguardiente, más bien: lenta, exasperantemente. No te dediques a eso por entero, por favor, porque escribir, en realidad, es tremendo dolor de culo.

Literalmente. Te duele la espalda, te duele el cuello, te duele la cabeza, te duele el Perú y te duelen Darfur, Rwanda, Mozambique y Etiopía pero sobre todo te duele el culo. Y por mucho que te quieran convencer de lo contrario, lo cierto es que eso nadie lo disfruta. Si me vas a creer solamente una vez en mi vida, créeme en esta.

7. Escucha música sin letra. Una vez, como quien saca al mercado el champú al huevo con que se lava esa cabeza de la que, a veces, salen cosas geniales, Almodóvar sacó Viva la tristeza, un disco con las canciones desgarradoras que escuchaba mientras escribía el guion de Hable con ella. Me maté escuchándolo semanas enteras pero fue inútil.

No pude escribir ni michi. Ni una sola línea de diálogo decente para una película de Cartucho Fortunic.

No descartes, sin embargo, la música con letra. Especialmente los valsecitos despechados: ¡qué vale más, yo niño y tú, orgullosa! ¡Qué vale más tu débil hermosura! ¡Piensa bien que en el fondo de la fosa, llevaremos la misma sepultura! (Eso estoy escuchando yo ahorita, mientras les escribo -así, así- esta bonita pieza, sin duda, inmortal).

8. Pon el aire acondicionado a 73 grados Fahrenheit. Apertréchate de agüita mineral Perrier, nueces y frutas secas, power bars. Asegúrate de tener una lap Mac de color blanco igualita a la que usa Fuguet. Manda a callar a todos. Procúrate un silencio monacal o, en su defecto, cantos gregorianos. ¡Pelotudeces! El que quiere escribir, agarra y escribe.

Con lo que haya: ametrallando una máquina Remington Rand de comisaría o puesto de vigilancia fronterizo, o escribe con lápiz sobre el reverso de una etiqueta de chocolate triángulo o en computadoras vetustas que ni siquiera tienen word porque sus dueños -Dios le da el procesador al que no tiene las palabras- solo las usan para jugar Zelda o citarse en Internet con otros gourmets de la coprofagia.

He escrito en cabinas y bibliotecas públicas en las que apenas si he alcanzado a completar un par de párrafos antes del deadline: el instante en que expira mi turno de una hora. Sin ir muy lejos, en este instante escribo con el teclado sobre las piernas, la espalda apoyada en la pared y el monitor en el piso porque en este cuartito del barrio de Astoria, Queens no hay mesa ni silla. Normal. Si no hay pretextos para dejar de escribir, mucho menos los hay para darse el lujo de escribir feo. Aquí lo que importa -por si acaso- no es el piano, es el pianista.

9. Déjate llevar por todas las distracciones. Si hay que optar por la página o el polvo, elige el polvo. Siempre. De lo contrario, llegará el día en que tendrás todo el tiempo del mundo para escribir pero no tendrás de qué. Contra lujuria, templanza. Contra soberbia, humildad. Contra pereza, diligencia -nos hacía repetir en el colegio un profesor de religión que no era más marica porque no ensayaba-. Propongo la siguiente modificación en el syllabus: Contra razón, pasión. Contra prudencia, crudeza. Contra lógica, delirio. Contra decencia, demencia.

10. No pienses. Y, en la medida de lo posible, cállate la boca. Y deja que el que hable sea el alien que, tarde o temprano, crecerá y te pondrá a escribir sus dictados infernales hasta el punto en que llegarás a convertirte en su obediente secretaria, en su taqui-meca. Los dos deditos con que escribes -o los cuatro- danzarán arrechísimos y enloquecidos al caprichoso son que el alien les toque.

Cuando levantes la mirada hacia la pantalla y, presa de pánico, leas lo que acabas de escribir, te preguntarás: "Pero... de dónde salió esta mierda tan excelsa, Dios mío, Jesucristo?, ¿yo escribí eso?" Es que escribir es el único modo que nos queda para rezar o maldecir. Los escritores no saben que saben lo que saben hasta que lo escriben. Nunca sabrás qué diablos tienes dentro hasta que vayas al quiosco, compres tu periódico y te leas.

viernes, 17 de agosto de 2007

Yo Simpson


Springfield está aquí. Sí, aquí, en mi computador. Y yo soy amarillo y hasta tengo más pelo. ¿Será un efecto secundario por vivir cerca de la planta nuclear del señor Angelin... eh... Burns? Aquí, en MI Springfield, me parezco a Homero y a Bart y a Lisa y a Maggie, incluso a Marge. Porque soy amarillo como ellos. Y si quiero voy al parque de entretenciones de Krusty o a la escuela de Springfield, y si no quiero no voy. Al bar de Moe no puedo entrar, no está disponible. ¿Dónde no está disponible? En la página web http://www.simpsonizeme.com/. Si sigues unas sencillas instrucciones, allí puedes transformarte en uno más de la familia Simpson y alucinar con que eres un nuevo personaje de la serie. O el protagonista. No sólo eso: esta página también puede ser para ti una experiencia catártica. Te explico: puedes simpsonizar (convertir en un personaje de los Simpson) a tu jefe o al tipo que te levantó a tu polola o al vecino que te suele ir a molestar a las cuatro de la mañana –el muy desubicado- para que le bajes el volumen a la música. Es fácil: cargas una foto suya, lo pintas de amarillo, le pones o le sacas pelo, le sacas o le pones bigotes, y luego lo imprimes, pegas la hoja en la pared exterior de tu leñera y ¡bang, bang, bang! lo agarras a postonazos. O a piedrazos. O –esta solución es más bien gay-, por último, lo insultas bien insultado. Qué te has imaginado, desgraciado, vil, con hacerme trabajar horas extras, o cosas por el estilo. Es asunto tuyo. Tú eres el dueño de Springfield. ¡Que te diviertas!

lunes, 23 de julio de 2007

Tónico contra la vejez prematura

"Se nos está yendo la gente del estadio", me molesta el papanatas de turno al percatarse de mi calvicie ya no tan incipiente. Mi barbilla -observo en la pantalla del computador- está un tanto flácida. El abdomen, ídem. Patas de gallo enmarcan mis ojos. El jueves de la semana pasada me dieron el asiento en la micro. El viernes me compré calzoncillos largos para tolerar el frío valdiviano y el sábado me entretuve vitrineando guateros... Los años pasan y pesan. Debo asumirlos, pero me cuesta.

A veces me sorprendo censurando mis palabras, ¿me estaré volviendo moralista? Ya no tomo, no bailo apretado, no trasnocho, fumo poco y mi consumo de hot dogs, por exigencia de mi doctor (¿o debiera decir geriatra?) y de mi hígado, disminuyó a menos de la mitad de lo que acostumbraba en mi época universitaria... Me estoy poniendo viejo.

Me cuesta recordar nombres, situaciones, fechas. Debo anotar todo, pero a veces no lo hago porque olvido el lápiz en casa. ¡El alzheimer se apodera de mí! Se hace preciso lanzarle un ancla al reloj para detener el tiempo.

Y por qué mejor no creo un blog?, pensé hace un par de días. Así puedo registrar todo lo que me venga en gana y escribir sobre lo que me gusta -el periodismo narrativo, principalmente-, evitando que mis ideas caigan directo en la papelera de reciclaje, como me viene sucediendo desde hace un par de años. De paso, aprovecho para ponerme al día en el uso de las nuevas tecnologías de la información, y tal vez hasta me ayude a sentirme menos arcaico. Vamos, dale, me dije.

Por eso estoy aquí: para planchar mis arrugas mentales y renovarme. Por eso, y también para compartir crónicas, reportajes, perfiles, entrevistas, ensayos, opiniones, reflexiones y otros escritos -míos y prestados; de Valdivia y el "extranjero"- con quienes tropiecen con este sitio.

Una penúltima cosa antes del adiós. Acabo de decidir que mi edad, como parte de este proceso de renovación, requiere con urgencia de un lifting. Retrocederé a los 29 años y de ahora en adelante sólo sumaré meses. Ya no tengo 32: tengo 29 años y 38 meses.

Por último, ofrezco disculpas por el largo preámbulo, por las divagaciones personales que anteceden al puntapié inicial de este blog, que en el futuro pretende abordar temas públicos. Son costumbres que conservo de mi época de viejo.